La vejez llega tan rápido que nos sorprende su llegada. Las fatigas, preocupaciones, enfermedades acaecidas a través del periodo niñez-vejez dejan huella y reducen el capital energético disponible. Belleza y encanto de la juventud se han atenuado, solo queda sin alterar la belleza moral y el encanto espiritual en aquellos que han cultivado estos aspectos.
No es malo envejecer pero se le teme a los cambios físicos propios de la edad y tener que enfrentar la jubilación, depender de una pequeña pensión, quedar sin seguro médico, y además oír constantemente a la gente decir "estos viejos". A pesar de ser un proceso natural de la vida no deja de ser perturbador.
Estamos enmarcados dentro de una respetada edad y a la vez la mayoría de jóvenes cree debemos dejar el espacio desocupado. Algunos gozan el privilegio de mantener por mucho tiempo sus atributos y apariencia juvenil, mientras otros envejecen rápido, lo primero que debemos hacer es aceptarnos gozosamente pues eso no significa que vivamos listos para morir. El aspecto exterior depende mucho de nuestro interior, de buena salud y buen carácter,
Ante la llegada de la tercera edad tenemos miedo. Miedo a tener menos vigor, menos seguridad, menos habilidad, menos de todo. Algunos sienten depresión ante el proceso y chocan con la juventud porque fue formado moralmente en una época de diferentes costumbres, resulta difícil adaptarse a la época actual, les parece que viven en un mundo loco y más aun si no participan de él con el ritmo vigente.
No podemos clasificar a todo envejeciente con el mismo molde, hay una verdad y es que no importa la edad ni circunstancias siempre es útil para sí mismo y para los demás. Sabemos que muchos jubilados enferman y mueren poco después de retirarse de su vida productiva y además por no estar preparados a la transición de la vida activa al reposo. La jubilación debería ser gradual en aquellos que aun no están listos.
Mantenga intacto el interés hacia la vida. No se trata de un trabajo que le absorba sino de continuar sintiéndose fructíferos.
Envejeciente no olvides que posees un tesoro, tesoro que debes entregar en manos de la generación que inicia. Generación que son tus hijos, nietos, biznietos, ahijados. ¡Gran libro escrito con el puño de la vida eres!
Comparte ese caudal de experiencias y vivencias y jóvenes disfruten, aprovechen y apliquen en sus vidas consejos únicos de una vida única.
Es joven de espíritu el anciano que sin perder de vista su edad no se aisla en su castillo de marfil.
Autora
Raquel Demorizi
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