No hay nada que preguntarse cuando hemos disfrutado de un gran almuerzo. ¡Que satisfacción sentimos!, es un deleite al paladar. Así mismo no hay nada que cuestionar cuando hemos disfrutado de larga vida. Seguramente por cosas negativas que hayamos pasado saldrá una sonrisa a flor de labios, cuando junto a un amigo, familiar, nieto o hijo, narramos aquellas cosas curiosas o anécdotas que solían ocurrir en reuniones especiales.
Cuántos recuerdos y travesuras, cuántas lágrimas y alegrías tenemos en el baúl de los recuerdos de nuestra mente al mencionar aquellas cenas en familia, celebraciones de cumpleaños y aniversarios. Asistencia a alumbramientos, a funerales, a situaciones difíciles, a bodas, compromisos, graduaciones. Que lindas esas serenatas de esos tiempos y los besos robados en los parques.
La relación estrecha que existía entre padres y padrinos antes de realizar el acto del bautismo….cuanto respeto….
Que gratas eran las fiestas de navidad y estrenar esos trajes los días de año nuevo. Esperar el fin de año rodeado de los seres amados, el que se creía desaparecido en la familia, ese DIA venia a la casa materna, pues la vieja era el centro de atención. La casa de la abuela era el punto de reunión y uno a uno ahí terminaba a probar por llenos que estuvieran las delicias preparadas por esa mano arrugada.
Ohhhhh que confort sentíamos en ese hogar aunque sus muebles fueran de palitos y el piso de tierra, se respiraba calor de hogar, unión y amor. El abuelo allí, rodeado de plantas con su café en un jarro esmaltado y su cigarro en la boca, observando con ojo crítico y sabio lo que sucedía a su derredor.
Solo el reunirse proporcionaba un bienestar: verse con parientes, amigos, los nuevos integrantes de la familia, yernos, nueras, nietos, novios y novias. ¡Como ha crecido la familia! opinaban con un corazón henchido de placer.
Esos momentos tan preciados en nuestra vida agitada son los momentos ideales para compartirlo en nuestros días de otoño e intercambiar las historias con otros de nuestra edad, así como disfrutar de horas en reuniones para contarlas a los pequeñines y recordar con los más grandecitos la hermosura de ese tiempo.
Esos son los momentos que por nada negociaríamos, pues pasan a ser parte:
Primero, de una infancia,
Segundo, de una adolescencia feliz
Y tercero, de un recuerdo hermoso en la vejez.
Así que esos son banquetes de sabor del recuerdo de la vida. Disfrutemos de ellos, hagamos un álbum bien organizado de fotos para que nuestros niños aprendan sobre su árbol familiar y también podemos comprar un cuaderno y poner allí todos los cuentos, chistes, ocurrencias, historias, incidentes, travesuras que solíamos hacer en nuestros años mozos y siempre sentiremos esa pizca de picardía y juventud dentro de nuestros corazones.
LIC. RAQUEL DEMORIZI L.
NOTA: SE PERMITE LA REPRODUCCION PARCIAL O TOTAL , SIEMPRE Y CUANDO SE CITE LA FUENTE Y/O EL NOMBRE DE SU AUTORA
Cuántos recuerdos y travesuras, cuántas lágrimas y alegrías tenemos en el baúl de los recuerdos de nuestra mente al mencionar aquellas cenas en familia, celebraciones de cumpleaños y aniversarios. Asistencia a alumbramientos, a funerales, a situaciones difíciles, a bodas, compromisos, graduaciones. Que lindas esas serenatas de esos tiempos y los besos robados en los parques.
La relación estrecha que existía entre padres y padrinos antes de realizar el acto del bautismo….cuanto respeto….
Que gratas eran las fiestas de navidad y estrenar esos trajes los días de año nuevo. Esperar el fin de año rodeado de los seres amados, el que se creía desaparecido en la familia, ese DIA venia a la casa materna, pues la vieja era el centro de atención. La casa de la abuela era el punto de reunión y uno a uno ahí terminaba a probar por llenos que estuvieran las delicias preparadas por esa mano arrugada.
Ohhhhh que confort sentíamos en ese hogar aunque sus muebles fueran de palitos y el piso de tierra, se respiraba calor de hogar, unión y amor. El abuelo allí, rodeado de plantas con su café en un jarro esmaltado y su cigarro en la boca, observando con ojo crítico y sabio lo que sucedía a su derredor.
Solo el reunirse proporcionaba un bienestar: verse con parientes, amigos, los nuevos integrantes de la familia, yernos, nueras, nietos, novios y novias. ¡Como ha crecido la familia! opinaban con un corazón henchido de placer.
Esos momentos tan preciados en nuestra vida agitada son los momentos ideales para compartirlo en nuestros días de otoño e intercambiar las historias con otros de nuestra edad, así como disfrutar de horas en reuniones para contarlas a los pequeñines y recordar con los más grandecitos la hermosura de ese tiempo.
Esos son los momentos que por nada negociaríamos, pues pasan a ser parte:
Primero, de una infancia,
Segundo, de una adolescencia feliz
Y tercero, de un recuerdo hermoso en la vejez.
Así que esos son banquetes de sabor del recuerdo de la vida. Disfrutemos de ellos, hagamos un álbum bien organizado de fotos para que nuestros niños aprendan sobre su árbol familiar y también podemos comprar un cuaderno y poner allí todos los cuentos, chistes, ocurrencias, historias, incidentes, travesuras que solíamos hacer en nuestros años mozos y siempre sentiremos esa pizca de picardía y juventud dentro de nuestros corazones.
LIC. RAQUEL DEMORIZI L.
NOTA: SE PERMITE LA REPRODUCCION PARCIAL O TOTAL , SIEMPRE Y CUANDO SE CITE LA FUENTE Y/O EL NOMBRE DE SU AUTORA
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