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miércoles, 23 de marzo de 2011

Servicio de Psicología de la Vejez




El objetivo de este breve trabajo es reflexionar sobre las diversas problemáticas que traen los consultantes de la tercera edad en lo que es el Servicio de Psicología de la Vejez. Asimismo, me serviré de la apoyatura teórica de dos autores con experiencia en la temática: Abel Fernández y Graciela Zarebski.
Los temas que voy a tratar tienen que ver con el motivo de consulta manifiesto con que ingresan a la consulta psicológica en el Programa de Memoria del Servicio de Vejez. Además cómo ésta demanda se conjuga con un motivo de consulta màs profundo como lo puede ser un estado depresivo, duelos y pérdidas que se dan en esta etapa de la vida.

También toco el tema del estigma que sufren los viejos en nuestra sociedad y cómo esto lo puede manejar el psicólogo.
Luego pienso en lo que es la intervención psicológica en este ámbito. Qué estrategias utilizar, cómo puede ser una lectura de la transferencia, cómo y para qué nos sirve el ver, sentir y operar, cómo preparamos el terreno para los procesos de simbolización y los cambios. Qué funciones cumple el psicólogo en el Programa de Memoria del Servicio de Vejez y por dónde pasa la pertinencia de su tarea.

Pienso también desde lo que es el sistema de salud del Uruguay y desde qué niveles estamos interviniendo en el Servicio de Vejez.
Entre otras cosas, los autores que traigo, piensan la problemática desde diversas posturas y recomendaciones que las despliego en el trabajo ya que sirven al fin de problematizar la temática; entre otras, desarrollan el tema de las series complementarias de Freud, la terapia focalizada y el proyecto de vida a construir por parte de los viejos.

Reflexiones a partir de la clínica con viejos.
El programa psicosocial de prevención de los trastornos de memoria del servicio de Psicología de la vejez atiende a consultantes de la tercera edad que tras un motivo de consulta manifiesto o queja subjetiva de memoria demandan una atención psicológica.

En este sentido, podemos pensar qué hay detrás de ese pedido, cómo construimos una demanda junto con ellos. Qué están demandando?, ¿sostén psicológico, a partir de explicitar sus “padeceres”, poder compartir con sus pares las mismas problemáticas acaso, a través de lo que son los talleres de memoria?. Sin duda que la demanda explícita o motivo de consulta manifiesto: un problema de memoria, encubre otro más profundo.

Esto lo comprobamos en la práctica clínica ya que tras las evaluaciones cognitivas, en la gran mayoría de los casos no se hallaron trastornos reales de esta función de alta integración cortical. La queja subjetiva de memoria no implica la herida narcicista de concurrir a demandar asistencia psicológica ya que es considerado un “problema común para la edad” y por tanto se constituye en la puerta de entrada de la consulta psicológica.
Esto nos da pie para entrever cuales son las problemáticas que preocupan más a estas personas consultantes.

Los duelos y pérdidas son sin duda temas comunes para los viejos y estos intentan afrontarlos de diversa manera. El cómo se enfrenta una pérdida que puede ser desde un ser querido hasta un trabajo que se realizó toda la vida, o también actividades que ya no son posibles para ellos; puede estar determinando una forma sana o patológica de sobrellevar estos cambios de la vida.

El viejo además, en el imaginario social, sufre de una estigmatización y un rechazo generalizado ya que representa, según una clarificante frase de la doctora psicoanalista argentina Graciela Zarebski: “En la vejez ajena se detestan las acechanzas de la propia. Ella es el espejo imperdonable en que nuestro sueño narcicista de eternidad se desvanece. Por eso suele ponerse más empeño en rehuir esa experiencia descorazonadora, que en replantearla, comprendiendo su sentido esencial” (Zarebski, G., 2005).

Esto sin duda que el viejo lo capta y contribuye a una imagen corporal pobre, a una herida narcicista profunda que tiñe con cierta depresión y nostalgia al viejo.
Por tanto, la tarea del psicólogo que atiende estas consultas es por un lado desmarcarse del prejuicio generalizado hacia estas personas. Es importante la lectura de la transferencia o de aspectos transferenciales y contratransferenciales que se actualizan en la consulta. En este punto tendremos la sensación de ser nietos o hijos y viceversa para los viejos (padres y abuelos), por tanto el no actuar un rol asignado transferencialmente es importante, además de la lectura diagnóstica, para el fortalecimiento y claridad del encuadre en cuanto a roles que se depliegan.

Por otro lado, es ver, escuchar, sentir para poder operar en el sentido de un cambio en el estar en el mundo de los viejos. Un cambio que contribuya a afrontar los duelos en forma sana, propiciando el pensar, el simbolizar estas problemáticas que lo aquejan, preparando así el terreno para posibilitar un accionar transformador de su realidad.

El psicólogo apuntará pues a flexibilizar los mecanismos de defensa del viejo, ya que la rigidez es amiga de la patología y por tanto de la enfermedad somática. Se enfocará hacia que la depresión sea sana también y no devenga en melancolía y además considero muy importante la actividad concientizadora, no automática, en la que pueda compartir con pares diferentes actividades.


Desde un taller de memoria hasta un grupo terapéutico o un taller de plástica. También la actividad física es importante como promotora de salud. La recreación y el juego no son patrimonio de la niñez solamente y es fundamental que la incorporen los viejos en su vida cotidiana.

Entonces diferenciamos dos momentos en la tarea del psicólogo cuando se interviene con viejos. Una primera etapa de comprensión, de concientización, de comenzar un proceso de simbolización junto con el viejo. Esto preparará el terreno para la acción y transformación de la forma de estar en el mundo del viejo. La red vincular que disponga y construya el viejo le permitirá mayor sostén y capacidad de narrar su historia y sus sentimientos a otro que lo escuche y comparta también sus experiencias, por tanto es además, un sostén afectivo.

Desde el Servicio de Vejez se intenta esto y al final del proceso se ven los resultados. Pienso que son buenos ya que se avisora en menor o mayor grado cierta inflexión en la postura de los consultantes, en su discurso y en su accionar.

El psicólogo aquí juega un rol completo, es un diagnosticador, un evaluador cognitivo y afectivo, un entrevistador, debe agudizar su ojo clínico y por tanto su escucha y además es un coordinador de un taller, de un grupo, coordina un proceso grupal y aquí juega mucho la creatividad y también la agudeza clínica para realizar los señalamientos e interpretaciones pertinentes en un momento adecuado del grupo.

La mera aplicación automática de un protocolo evaluador puede obturar la lectura clínica de cada caso o en el ejemplo del taller, la mera aplicación de dinámicas grupales sin un contexto adecuado que promueva la reflexión enmarcado esto en un determinado momento grupal tampoco servirá ni será provechoso para los consultantes ni para el psicólogo.

Otro aspecto a tener en cuenta tiene que ver con las características con que llega el viejo. Se debe conformar un grupo que sea adecuado para realizar un proceso grupal. Para esto es importante la primera instancia evaluadora en la que se realiza un diagnóstico situacional del consultante. En aquellos casos en que se considera pertinente, se deriva otra instancia del servicio sea a psicoterapia o a trastornos cognitivos.

Como casi siempre ocurre con quien llega a la consulta, en un marco de policlínica de un servicio de salud que brinda la Facultad de Psicología y que se enmarca en una sociedad que adolece aún de un sistema integrado de salud, que jerarquice el primer nivel de atención (prevención y promoción de salud) y apunte al abordaje interdisciplinario, tenemos que pensar en que lo ideal en la temática de la vejez sería trabajar la misma a partir de la propia niñez. Es decir, un trabajo de promoción y prevención en salud que prepare a quienes envejecemos para este proceso de la vida. En este sentido, convoco nuevamente a Zarebski, quien resalta la importancia del trabajo en prevención y promoción de salud desde edades tempranas trabajando el envejecimiento.

También el abordaje desde la complejidad de los elementos que configuran el envejecimiento y van a “condicionar los vínculos o el aislamiento, los efectos psicosomáticos, la realización personal o el estancamiento” (Zarebski, G. , 2005). Le resta importancia a la resolución edípica como determinante de un envejecer sano y remarca “el peso del inconciente escindido vinculado a mecanismos de desmentida, destinados a sostener un narcisismo nirvánico” (Zarebski, G. 2005).


Es decir, una autoafirmación yoica, un sentido de la autoestima, de la fortaleza identitaria. En esta linea de pensamiento señala como elementos a tener en cuenta para la determinación de la patología en la vejez el predominio de mecanismos rígidos, la estereotipia y la no elaboración de duelos. A su vez son buenos indicadores de salud los cambios y la transformación personal y del ambiente.

Abel Fernández, es otro autor que nos puede ayudar a pensar sobre estos temas. Al inicio de un artículo suyo cita a Ajuriaguerra diciendo que “Se envejece de acuerdo a como se ha vivido”. Señala los elementos que surgen de las consultas con viejos y diferencia entre un envejecer sano y otro patológico. Como hablamos de la depresión más arriba, este autor trae el tema a colación a punto de partida de que sería de los principales motivos de consulta en esta etapa de la vida.

Plantea una tarea terapéutica que apunte a la rememoración como “forma de ponerse en contacto con uno mismo y poder rescatar las cosas hechas y vividas a lo largo de la vida. Se trata, a mi modo de ver, de una forma de conservar al tiempo que reconocer lo que ya no está (de discriminar pasado y presente) y ubicarse ante esta etapa vital, y lo relaciono con la elaboración psíquica en un sentido freudiano” (Fernández, A. , 1994).

Asimismo el tema de las pérdidas y las reacciones ante ellas lo aborda de la siguiente manera: “ ... el trabajo del duelo consistirá en el desprendimiento del objeto perdido (aún si se trata de aspectos del propio esquema corporal) y la búsqueda de otro nuevo. Pérdida y depresión son dos caras de una misma moneda presentes en la consulta con senescentes. Estas pérdidas pueden haber sido anticipadas como posibilidad en la crisis de la mitad de la vida o pueden haber sido negadas en la fantasía de la “eterna juventud”, caso en el que el enfrentamiento con la realidad se hace más difícil de sobrellevar”.

Una forma operativa de pensar la intervención con viejos, la podemos tomar desde lo que es la conceptualización de las series complementarias de Freud. El desencadenante actual se conjugará con la estructura psíquica de la persona que envejece y con los factores constitucionales. Aquí podemos ver en relación a los consultantes del Servicio de Vejez (Programa de Memoria), el motivo de consulta que desencadena la misma es la memoria, como un pedido explícito que apunta a la construcción de una demanda enfocada hacia la rememoración de la que hablaba Abel Fernández.

Este autor se inclina hacia las psicoterapias breves o de objetivos limitados para este tipo de consultas, “incluso la idea de una terapia focalizada”.

Finalmente, en este párrafo, Fernández profundiza en este punto:


“ Introducimos a nivel de la consulta con adultos mayores ciertas variantes técnicas relacionadas al concepto de situación, foco y rememoración. En relación al primero diré que intenta articular los distintos planos y circunstancias en las que se mueve o vive una persona en un momento dado. Se trata de un corte transversal (y por lo tanto sincrónico), en el que ocupa especial relevancia el desencadenante (foco) y sus implicancias y ramificaciones a nivel del cuerpo, la mente y el grupo, en especial el familiar. Toma en cuenta el momento evolutivo de quien solicita ayuda y sus circunstancias. Llamaremos foco a aquello que se ubica en el centro de la situación y que suele precipitar la consulta. Se trata de un eje en el que se encuentra un padecimiento concreto (el motivo de consulta) y el conflicto reactivado por el mismo.

El proceso de la rememoración si bien incluye al de recordar, supone, como se dijo, una toma de contacto con uno mismo tendiente a recuperar o revalorar lo hecho a lo largo de la vida.” (Fernández, A. , 1994).
Pensando esto desde Freud y en la lectura de la transferencia, podremos entrever en la clínica con viejos, en la consulta, cuando se despliegua el material ante nosotros en un vínculo terapéutico dentro del marco de una entrevista por ejemplo, las actitudes, conductas y demás datos que surjan y que nos pauten una repetición de las mismas. Es decir, repetición de conductas actualizadas en este nuevo vínculo (el terapéutico), que el psicólogo propiciará sean reelaboradas por parte del paciente. En esta rememoración se trata de recordar, repetir y reelaborar.

En la aplicación de un protocolo como el que se utiliza en el Programa de Memoria, se debe agudizar la mirada clínica a fin de que en esta estructurada y dirigida entrevista podamos, justamente, entre – ver lo que se “sale del libreto”, lo que subyace más allá del discurso manifiesto, la gestualidad corporal, actos fallidos y formas de comunicarse y vincularse con el otro que nos dará el material necesario para una lectura clínica que complemente la evaluación cognitivo – afectiva que se utiliza en este encuentro con el otro que consulta a los fines de un diagnóstico lo más completo posible y más adecuado para con el encuadre establecido en este programa del Servicio de Vejez.

Por último me parece resaltable mencionar la importancia que tiene que el viejo construya su propio proyecto de vida tras pensarse a partir de una consulta psicológica.

fuente

http://psicopsi.com/Servicio-de-Psicologia-de-la-Vejez



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