Es demasiada larga la lista de Ancianos que sirvieron a Dios con integridad de corazón durante toda la escritura bíblica, podemos citar casos tremendos de hombres llenos de Dios sirviendo eficiente y loablemente a la causa del Señor en su vejez: Por citar algunos: Noe, Moisés, Samuel, hombres que llevaron a cabo ministerios tremendos sobreponiéndose a las evidencias claras de va dejando la vejez en nuestros cuerpos. Vemos que eran los ancianos lo que asumían con total entereza empresas que hoy en día erróneamente se delegan casi exclusivamente en los más jóvenes.
Hubo también una anciano varón santo y piadoso llamado Simeón (Lucas Capítulo 2: 21-38) el había recibido una promesa de Dios: No vería la muerte sin antes haber visto al Ungido del Señor ¡Gloria a Dios! Este anciano tenía sobre él al Espíritu Santo y éste le había guiado al templo, el mismo día de la presentación de nuestro Señor Jesucristo! ¡Qué honor más tremendo! ¡Qué delicia poder contemplar a nuestro Salvador a días de nacido! Poder acariciar su delicada piel, oler su grato aroma y poder tomar con todo amor y cuidado su tierna manito! Este hombre tuvo en sus brazos al Salvador del Mundo y hasta profetizo! Oh, que tremendo gozo en el alma de este anciano: el hijo de Dios en sus brazos!. En aquella misma hora en el templo es revelada la presencia del niño a otra alma piadosa y consagrada en ayuno y oración: Una anciana llamada Ana. Por qué elegiría Dios a dos personas ancianas para revelarle la presencia de su hijo amado? Simplemente porque no vio sus apariencias sino su corazón ¡Aleluya!
Fuente
http://www.recursosevangelicos.com
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